sábado, 21 de mayo de 2011

Mateo.

El pueblo que habitaba en tinieblas ha visto una gran luz; a los que habitaban en paraje de
sombras de muerte una luz les ha amanecido.

«Convertíos, porque el Reino de los Cielos ha
llegado.»

«Venid conmigo, y os haré pescadores de hombres.»
«Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos.

Bienaventurados = los mansos =, porque = ellos poseerán en herencia la tierra. =

Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados.

Bienaventurados los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos serán saciados.

Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia.

Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios.

Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios.
Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los
Cielos.

Bienaventurados seréis cuando os injurien, y os persigan y digan con mentira toda clase de mal
contra vosotros por mi causa.

Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en los cielos; pues de la misma
manera persiguieron a los profetas anteriores a vosotros.


«Vosotros sois la luz del mundo. No puede ocultarse una ciudad situada en la cima de un monte.

Ni tampoco se enciende una lámpara y la ponen debajo del celemín, sino sobre el candelero,
para que alumbre a todos los que están en la casa.

Brille así vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a
vuestro Padre que está en los cielos.


«La lámpara del cuerpo es el ojo. Si tu ojo está sano, todo tu cuerpo estará luminoso;

pero si tu ojo está malo, todo tu cuerpo estará a oscuras. Y, si la luz que hay en ti es oscuridad,
¡qué oscuridad habrá!


Buscad primero su Reino y su justicia, y todas esas cosas se os darán por añadidura.

Así que no os preocupéis del mañana: el mañana se preocupará de sí mismo. Cada día tiene
bastante con su propio mal.


«Entrad por la entrada estrecha; porque ancha es la entrada y espacioso el camino que lleva a la
perdición, y son muchos los que entran por ella;

mas ¡qué estrecha la entrada y qué angosto el camino que lleva a la Vida!; y poco son los que lo
encuentran.

Así, todo árbol bueno da frutos buenos, pero el árbol malo da frutos malos.

Un árbol bueno no puede producir frutos malos, ni un árbol malo producir frutos buenos.

Todo árbol que no da buen fruto, es cortado y arrojado al fuego.
Así que por sus frutos los reconoceréis.

«Así pues, todo el que oiga estas palabras mías y las ponga en práctica, será como el hombre
prudente que edificó su casa sobre roca:

cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos, y embistieron contra aquella casa; pero
ella no cayó, porque estaba cimentada sobre roca.

«Las zorras tienen guaridas, y las aves del cielo nidos; pero el Hijo del hombre no
tiene donde reclinar la cabeza.»



«Las zorras tienen guaridas, y las aves del cielo nidos; pero el Hijo del hombre no
tiene donde reclinar la cabeza.»


De pronto se levantó en el mar una tempestad tan grande que la barca quedaba tapada por las
olas; pero él estaba dormido.

Acercándose ellos le despertaron diciendo: «¡Señor, sálvanos, que perecemos!»

Díceles: «¿Por qué tenéis miedo, hombres de poca fe?» Entonces se levantó, increpó a los
vientos y al mar, y sobrevino una gran bonanza.

Y aquellos hombres, maravillados, decían: «¿Quién es éste, que hasta los vientos y el mar le
obedecen?»


 Al verlo los fariseos decían a los discípulos: «¿Por qué come vuestro maestro con los publicanos
y pecadores?»

Mas él, al oírlo, dijo: «No necesitan médico los que están fuertes sino los que están mal.

Id, pues, a aprender qué significa aquello de: = Misericordia quiero, que no sacrificio. = Porque
no he venido a llamar a justos, sino a pecadores.»

Entonces se le acercan los discípulos de Juan y le dicen: «¿Por qué nosotros y los fariseos
ayunamos, y tus discípulos no ayunan?»

Jesús les dijo: «Pueden acaso los invitados a la boda ponerse tristes mientras el novio está con
ellos? Días vendrán en que les será arrebatado el novio; entonces ayunarán.

Nadie echa un remiendo de paño sin tundir en un vestido viejo, porque lo añadido tira del
vestido, y se produce un desgarrón peor.

Ni tampoco se echa vino nuevo en pellejos viejos; pues de otro modo, los pellejos revientan, el
vino se derrama, y los pellejos se echan a perder; sino que el vino nuevo se echa en pellejos nuevos,
y así ambos se conservan.»


«No está el discípulo por encima del maestro, ni el siervo por encima de su amo.

Ya le basta al discípulo ser como su maestro, y al siervo como su amo. Si al dueño de la casa le
han llamado Beelzebul, ¡cuánto más a sus domésticos!

«No les tengáis miedo. Pues no hay nada encubierto que no haya de ser descubierto, ni oculto
que no haya de saberse.



«No penséis que he venido a traer paz a la tierra. No he venido a traer paz, sino espada.

Sí, he venido a enfrentar al hombre con su padre, a la hija con su madre, a la nuera con su
suegra;


«El que ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; el que ama a su hijo o a
su hija más que a mí, no es digno de mí.

El que no toma su cruz y me sigue detrás no es digno de mí.

El que encuentre su vida, la perderá; y el que pierda su vida por mí, la encontrará.


«Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la
tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes, y se las has revelado a pequeños.

Venid a mí todos los que estáis fatigados y sobrecargados, y yo os daré descanso

Tomad sobre vosotros mi yugo, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; = y
hallaréis descanso para vuestras almas. =

Porque mi yugo es suave y mi carga ligera.»



«El que no está conmigo, está contra mí, y el que no recoge conmigo, desparrama.

«Por eso os digo: Todo pecado y blasfemia se perdonará a los hombres, pero la blasfemia
contra el Espíritu no será perdonada.

Y al que diga una palabra contra el Hijo del hombre, se le perdonará; pero al que la diga contra
el Espíritu Santo, no se le perdonará ni en este mundo ni en el otro.

«Suponed un árbol bueno, y su fruto será bueno; suponed un árbol malo, y su fruto será malo;
porque por el fruto se conoce el árbol.


Mas él les respondió: «¡Generación malvada y adúltera! Una señal pide, y no se le dará otra
señal que la señal del profeta Jonás.

Porque de la misma manera que Jonás = estuvo en el vientre del cetáceo tres días y tres noches,
= así también el Hijo del hombre estará en el seno de la tierra tres días y tres noches.

Los ninivitas se levantarán en el Juicio con esta generación y la condenarán; porque ellos se
convirtieron por la predicación de Jonás, y aquí hay algo más que Jonás.

La reina del Mediodía se levantará en el Juicio con esta generación y la condenará; porque ella
vino de los confines de la tierra a oír la sabiduría de Salomón, y aquí hay algo más que Salomón.



Pero él respondió al que se lo decía: «¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?»

Y, extendiendo su mano hacia sus discípulos, dijo: «Estos son mi madre y mis hermanos.

Pues todo el que cumpla la voluntad de mi Padre celestial, ése es mi hermano, mi hermana y mi
madre.»


El respondió: «El que siembra la buena semilla es el Hijo del hombre;

el campo es el mundo; la buena semilla son los hijos del Reino; la cizaña son los hijos del
Maligno;

el enemigo que la sembró es el Diablo; la siega es el fin del mundo, y los segadores son los
ángeles.
De la misma manera, pues, que se recoge la cizaña y se la quema en el fuego, así será al fin del
mundo.

El Hijo del hombre enviará a sus ángeles, que recogerán de su Reino todos los escándalos y a los
obradores de iniquidad,

y los arrojarán en el horno de fuego; allí será el llanto y el rechinar de dientes.

Entonces los justos brillarán como el sol en el Reino de su Padre. El que tenga oídos, que oiga.



Así sucederá al fin del mundo: saldrán los ángeles, separarán a los malos de entre los justos

y los echarán en el horno de fuego; allí será el llanto y el rechinar de dientes.


El les respondió: «Toda planta que no haya plantado mi Padre celestial será arrancada de raíz.

Dejadlos: son ciegos que guían a ciegos. Y si un ciego guía a otro ciego, los dos caerán en el
hoyo.»


Hoy habrá tormenta, porque el cielo tiene un rojo sombrío." ¡Conque sabéis
discernir el aspecto del cielo y no podéis discernir las señales de los tiempos!


Porque quien quiera salvar su vida, la perderá, pero quien pierda su vida por mí, la encontrará.

Pues ¿de qué le servirá al hombre ganar el mundo entero, si arruina su vida? O ¿qué puede dar el hombre a cambio de su vida?

«Porque el Hijo del hombre ha de venir en la gloria de su Padre, con sus ángeles, y entonces
pagará a cada uno según su conducta.

Yo os aseguro: entre los aquí presentes hay algunos que no gustarán la muerte hasta que vean al
Hijo del hombre venir en su Reino.»



«Por vuestra poca fe. Porque yo os aseguro: si tenéis fe como un grano de mostaza,
diréis a este monte: "Desplázate de aquí allá", y se desplazará, y nada os será imposible.»






En aquel momento se acercaron a Jesús los discípulos y le dijeron: «¿Quién es, pues, el mayor en
el Reino de los Cielos?»

El llamó a un niño, le puso en medio de ellos
y dijo: «Yo os aseguro: si no cambiáis y os hacéis como los niños, no entraréis en el Reino de los
Cielos.

Así pues, quien se haga pequeño como este niño, ése es el mayor en el Reino de los Cielos.

«Y el que reciba a un niño como éste en mi nombre, a mí me recibe.

Pero al que escandalice a uno de estos pequeños que creen en mí, más le vale que le cuelguen al
cuello una de esas piedras de molino que mueven los asnos, y le hundan en lo profundo del mar.



«Guardaos de menospreciar a uno de estos pequeños; porque yo os digo que sus ángeles, en los
cielos, ven continuamente el rostro de mi Padre que está en los cielos.


De la misma manera, no es voluntad de vuestro Padre celestial que se pierda uno solo de estos
pequeños.


«Yo os aseguro: todo lo que atéis en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desatéis en
la tierra quedará desatado en el cielo.

«Os aseguro también que si dos de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra para pedir algo,
sea lo que fuere, lo conseguirán de mi Padre que está en los cielos.

Porque donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.»


«Dejad que los niños vengan a mí, y no se lo impidáis porque de los que son
como éstos es el Reino de los Cielos.»




Mas Jesús los llamó y dijo: «Sabéis que los jefes de las naciones las dominan como señores
absolutos, y los grandes las oprimen con su poder.

No ha de ser así entre vosotros, sino que el que quiera llegar a ser grande entre vosotros, será
vuestro servidor,

y el que quiera ser el primero entre vosotros, será vuestro esclavo;

de la misma manera que el Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su
vida como rescate por muchos.»



«Maestro, ¿cuál es el mandamiento mayor de la Ley?»

El le dijo: = «Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu
mente. =

Este es el mayor y el primer mandamiento.

El segundo es semejante a éste: = Amarás a tu prójimo como a ti mismo. =

De estos dos mandamientos penden toda la Ley y los Profetas.»


Oiréis también hablar de guerras y rumores de guerras. ¡Cuidado, no os alarméis! Porque eso es
necesario que suceda, pero no es todavía el fin.

7 Pues se levantará nación contra nación y reino contra reino, y habrá en diversos lugares hambre y
terremotos.

8 Todo esto será el comienzo de los dolores de alumbramiento.

9 «Entonces os entregarán a la tortura y os matarán, y seréis odiados de todas las naciones por
causa de mi nombre.

Muchos se escandalizarán entonces y se traicionarán y odiarán mutuamente.

Surgirán muchos falsos profetas, que engañarán a muchos.

Y al crecer cada vez más la iniquidad, la caridad de la mayoría se enfriará.

Pero el que persevere hasta el fin, ése se salvará.

«Se proclamará esta Buena Nueva del Reino en el mundo entero, para dar testimonio a todas las
naciones. Y entonces vendrá el fin.

Cuando veáis, pues, = la abominación de la desolación, = anunciada por el profeta Daniel,
erigida en el Lugar Santo (el que lea, que entienda),

entonces, los que estén en Judea, huyan a los montes;

el que esté en el terrado, no baje a recoger las cosas de su casa;

y el que esté en el campo, no regrese en busca de su manto.

¡Ay de las que estén encinta o criando en aquellos días!

Orad para que vuestra huida no suceda en invierno ni en día de sábado.

Porque habrá entonces una gran = tribulación, cual no la hubo = desde el principio del mundo =
hasta el presente = ni volverá a haberla.

Y si aquellos días no se abreviasen, no se salvaría nadie; pero en atención a los elegidos se
abreviarán aquellos días.


Inmediatamente después de la tribulación de aquellos días, el sol se oscurecerá, la luna no dará
su resplandor, las estrellas caerán del cielo, y las fuerzas de los cielos serán sacudidas.

Entonces aparecerá en el cielo la señal del Hijo del hombre; y entonces se golpearán el pecho
todas las razas de la tierra y verán al Hijo del hombre venir sobre las nubes del cielo con gran poder
y gloria.

El enviará a sus ángeles con sonora trompeta, y reunirán de los cuatro vientos a sus elegidos,
desde un extremo de los cielos hasta el otro.




«De la higuera aprended esta parábola: cuando ya sus ramas están tiernas y brotan las hojas,
sabéis que el verano está cerca.

Así también vosotros, cuando veáis todo esto, sabed que El está cerca, a las puertas.

Yo os aseguro que no pasará esta generación hasta que todo esto suceda.

El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán.

Mas de aquel día y hora, nadie sabe nada, ni los ángeles de los cielos, ni el Hijo, sino sólo el
Padre.

«Como en los días de Noé, así será la venida del Hijo del hombre.
Porque como en los días que precedieron al diluvio, comían, bebían, tomaban mujer o marido,
hasta el día en que entró Noé en el arca,

y no se dieron cuenta hasta que vino el diluvio y los arrastró a todos, así será también la venida
del Hijo del hombre.

Entonces, estarán dos en el campo: uno es tomado, el otro dejado;

dos mujeres moliendo en el molino: una es tomada, la otra dejada.

«Velad, pues, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor.

Entendedlo bien: si el dueño de casa supiese a qué hora de la noche iba a venir el ladrón, estaría
en vela y no permitiría que le horadasen su casa.

Por eso, también vosotros estad preparados, porque en el momento que no penséis, vendrá el
Hijo del hombre.


De pronto se produjo un gran terremoto, pues el Angel del Señor bajó del cielo y, acercándose,
hizo rodar la piedra y se sentó encima de ella.

Su aspecto era como el relámpago y su vestido blanco como la nieve.




































Y todo el que oiga estas palabras mías y no las ponga en práctica, será como el hombre
insensato que edificó su casa sobre arena:

cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos, irrumpieron contra aquella casa y cayó,
y fue grande su ruina.»

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